Por lo tanto, cabe ver
que cuando Jesús dijo «Amad a vuestros enemigos»,
no se limitaba a predicar ética. También predicaba medicina del siglo XX.
Cuando dijo «Perdonad setenta veces siete»,
Jesús nos estaba diciendo a usted y a mí el modo de no padecer alta
presión sanguínea , perturbaciones del corazón, úlceras del estómago y
muchas otras enfermedades
Cuando Jesús dijo «Amad
a vuestros enemigos», también nos estaba diciendo el modo de mejorar
nuestra presencia. Conozco personas cuyos rostros se han arrugado y
endurecido por el odio y desfigurado por el
resentimiento. Todos los tratamientos de belleza no mejorarán su
aspecto ni la mitad de lo que lo mejorarían el perdón, la ternura y el
amor.
¿Es que nuestros
enemigos no se frotarían las manos de gusto y bailarían de alegría si
supieran que el odio que sentimos hacia ellos nos está agotando y
poniendo nerviosos, desfigurando, creando perturbaciones cardíacas y
probablemente acortando la existencia? ¿Es que nuestros enemigos no
quedarían encantados de ver cómo el odio nos está consumiendo?.
Si no podemos amar a
nuestros enemigos, amémonos por lo menos a
nosotros mismos. Amémonos lo suficiente para no permitir que nuestros
enemigos dominen nuestra felicidad, nuestra salud y nuestro aspecto.
A través de los siglos,
los hombres han encendido sus velas ante esos individuos que, al modo de
Cristo, no alimentaban resentimientos contra sus enemigos. He estado
muchas veces en el Parque Nacional Jasper de Canadá, en contemplación de
una de las más bellas montañas del mundo occidental, una montaña que
lleva el nombre de Edith Cavell, la
enfermera británica que murió como una santa ante un piquete alemán el
12 de Octubre de 1915. ¿Cuál era su crimen? Había escondido, alimentado
y atendido en su hogar belga a soldados heridos franceses e ingleses y
les había ayudado a escaparse a Holanda. Cuando el capellán inglés entró
en su celda de la prisión militar de Bruselas para prepararla a morir,
Edith Cavell pronunció dos frases que han sido preservadas en el bronce
y el granito: «Comprendo que el patriotismo no es
bastante. No debo guardar odio ni resentimiento para nadie».
Cuatro años después sus
restos fueron trasladados a Inglaterra y se celebraron unos solemnes
servicios fúnebres en su honor en la Abadía de Westminster. Hoy existe
una estatua de granito frente a la Galería Nacional de Pintura de
Londres; es la estatua de una de las figuras
inmortales de Inglaterra
En lugar de odiar a
nuestros enemigos, compadezcámoslos y demos
gracias a Dios por habernos hecho distintos
de lo que son. En lugar de amontonar condenaciones y venganzas sobre
nuestros enemigos, procurémosles nuestra comprensión, nuestra simpatía,
nuestra ayuda, nuestro perdón y nuestras oraciones.
Yo he sido educado en
una familia que leía las Escrituras y repetía un versículo de la Biblia
todas las noches, para arrodillarse después y decir las «oraciones
familiares». Todavía puedo oír a mi padre repetir, en la solitaria
granja de Missouri, esas palabras de Jesús que continuarán repitiéndose
mientras el hombre tenga ideales: «Amad a vuestros
enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian
y rezad por lo que malignamente os utilizan y os persiguen».
Mi padre trató de vivir
de acuerdo con estas palabras de Jesús, las cuales le procuraron una paz
interior que los capitanes y los reyes han buscado muchas veces en vano.
No tratemos nunca de
pagar con la misma moneda a nuestros enemigos, porque si lo hacemos, nos
haremos más daño que el que les hagamos.
Dale Carnegie
El perdón ofrece felicidad, paz mental, la experiencia de relaciones
basadas en el amor, sin intención ni hostilidad. El perdón es la clave
para resolver todos nuestros problemas, es la llave de nuestro bienestar
físico, permitiéndonos sentir el equilibrio entre el cuerpo, la mente y
el espíritu. Es la clave de nuestra felicidad, nos permite volar como
águilas, derribar cercas de alambres de púas que construimos alrededor
de nuestros corazones. Elegir entre el perdón o el rencor es una
decisión consciente. Cuando elegimos vivir con nuestros rencores,
llenamos nuestras mentes de dolor, conflicto y sufrimiento. Cuando
elegimos perdonar, de inmediato nos sentimos más livianos, como si nos
hubieran quitado toneladas de peso de nuestras espaldas. En cuanto
olvidamos, todo el dolor causado por los rencores, desaparece. Cuando
elegimos perdonar, detenemos la proyección de nuestros conflictos
interiores al mundo exterior, y nos liberan de la prisión de nuestros
propios pensamientos y sentimientos. Por lo tanto, hoy formularé el
deseo de perdonar totalmente a cualquier persona contra la que aún
siento rencor.
Gerald
Jampolsky
Como pueblo que practica la enseñanzas del budismo mahayana, todos los
días oramos para adquirir una especie de altruismo ilimitado. Por
consiguiente, no tiene objeto sentir odio por los chinos. Más bien
debiéramos sentir respeto, amor y compasión por ellos.
Dalai
Lama |
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