El tiempo es relativo
Einstein, contra todo pronóstico, optó por la primera opción. Semejante
decisión le llevó a afirmar que la velocidad de la luz es irrebasable y, por
consiguiente, debemos dejar de considerar el tiempo y el espacio como
absolutos. No son entidades separadas sino que conforman un continuo
espacio-tiempo que depende del observador. Como la luz transporta
información y su velocidad es finita, dos sucesos simultáneos para alguien
no tienen que serlo para otro. El tiempo es relativo, el tic-tac del reloj
depende de la velocidad a la que se mueve. Y lo más sorprendente: dentro de
esta teoría se esconde E = mc2, una ecuación que demostró toda su potencia
con la bomba atómica.
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Movimiento browniano
Las ecuaciones del movimiento errático del polen en el agua, descrito
por Robert Brown y explicado por Einstein, también describen las
fluctuaciones bursátiles del mercado de futuros. |
Ahora bien, el
artículo que cambió el mundo y por el que, después de ocho años como
nominado, recibió el Premio Nobel, fue Sobre un punto de vista heurístico
concerniente a la producción y transformación de la luz. En él explicaba
el funcionamiento de las células fotoeléctricas: ¿Por qué hay materiales que
al incidir sobre ellos luz de cierto color (frecuencia) emiten electrones?
El efecto fotoeléctrico es inexplicable si admitimos que la luz es una onda.
Por ello Einstein dio una vuelta de tuerca a la propuesta de Max Planck de
1900 donde decía que la materia emite y absorbe energía en forma de pequeños
paquetes o cuantos. Einstein afirmó que no sólo ocurría eso, sino que la
energía, la propia luz, estaba formada por cuantos: los fotones.
Einstein es uno de los padres de la teoría más perfecta de la ciencia, la
mecánica cuántica, pero siempre renegó de ella porque conduce a la
desaparición de la causalidad: “Dios no juega a los dados”. Incluso decía
que ser tan buena era una prueba clara de que era incorrecta. Esta postura
revela su carácter: Einstein podía ser radical, pero no un rebelde. La
relatividad no significó nunca una ruptura tan drástica.
Tras semejante despliegue de pirotecnia intelectual tuvimos que esperar dos
años, a 1907, para que volviera a suceder algo parecido. Sentado ante su
mesa de la oficina de patentes tuvo un pensamiento: Si una persona cae
libremente no siente su propio peso. “Fue el pensamiento más feliz de mi
vida”, dijo. Acababa de abrir la puerta a su obra maestra: la teoría
general de la relatividad. Einstein había descubierto el principio de
equivalencia: Encerrados en un armario, no hay forma de distinguir si
estamos en un planeta o viajamos por el espacio a aceleración constante.
Los padres de los cuantos
Max Planck y Albert Einstein “cuantificaron” la energía, con lo que
pusieron las bases de la mecánica cuántica. |
Una teoría de la gravedad
Con la inapreciable ayuda de su amigo matemático Marcel Grossmann, Einstein
trabajó duramente durante varios años. En noviembre de 1915 presentó su
teoría en la Academia de Ciencias Prusiana, “el momento más dichoso de mi
vida”. En esas lecciones dio a conocer una teoría que conectaba la geometría
del espacio con la materia presente en él: el valor de la curvatura en un
punto del espacio es una medida de la gravedad existente en dicho punto. A
mayor densidad del objeto, mayor curvatura y, por tanto, mayor gravedad.
La relatividad general es una de las teorías más importantes de la física.
Su encanto se vio confirmado en el eclipse total de 1919, cuando el
astrofísico Arthur Stanley Eddington observó la desviación de los rayos de
luz de las estrellas al pasar cerca del Sol: las estrellas no estaban donde
debían estar, sino donde Einstein decía. Tras la confirmación, The New York
Times la tildó como “uno de los más grandes éxitos de la historia del
pensamiento humano”.
¿Ideas inútiles?
En sus
últimos años, sus intereses científicos se encontraban dirigidos
hacia lo que llamaba la teoría del campo unificado. Si la gravedad
es la curvatura del espacio, ¿podría reducir el campo
electromagnético a una geometría? Einstein quería unificar sobre una
misma base geométrica la gravedad y el electromagnetismo. Muchos
jóvenes investigadores, deslumbrados por su genio, colaboraron con
él y todos ellos salieron desencantados, pero él seguía publicando
sus ecuaciones, cada vez más complejas. Ecuaciones que aparecían en
las primeras páginas de los periódicos con titulares como “Einstein
ofrece una nueva teoría para unificar la ley del cosmos”.
Pero la naturaleza no tiene obligación de cumplir las ecuaciones
ideadas por los científicos, ni aunque ese científico se llame
Albert Einstein. Y a pesar de que sus teorías eran erróneas, la idea
subyacente es esencialmente correcta. La unificación de las fuerzas
de la naturaleza es, hoy día, uno de los más intensos campos de
trabajo de la física teórica.
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En este
Instituto de Astrofísica de Potsdam estudió los efectos de
teoría de la relatividad. |
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