EL CAMINO MÁS FÁCIL
MABEL KATZ
|
|
DEDICATORIA
A mis queridos hijos Lyonel y Jonathan, a quienes quiero
con todo mi corazón. Estoy muy orgullosa de ustedes y
les deseo que encuentren El Camino Más Fácil más pronto
de lo que yo lo encontré. Este libro lo escribí para
ustedes.
RECONOCIMIENTOS
Deseo expresar mi agradecimiento a las siguientes
personas e instituciones:
A Dios, por su paciencia, por su Amor, por haber estado
siempre a mi lado aún en los momentos cuando yo no lo
sabía.
A Dr. Ihaleakalá Hew Len, por ser mi inspiración, mi
Maestro, mi oportunidad, por todas sus enseñanzas, por
aguantarme. Este libro es producto de todo lo que he
aprendido de él en estos últimos 4 años.
A Kamailelauli’I Rafalovich, por el trabajo increíble
que ella hace, por su sabiduría, paciencia y dedicación.
A The Foundation of I, Inc., por toda la dedicación, el
trabajo y material que pone a nuestra disposición.
A Tony Rose, porque cuando le comenté lo que estaba
haciendo con mi programa de radio y sus resultados,
enseguida me dijo: “Tienes que escribir un libro”. En
ese momento me di cuenta de lo importante que era
terminar este proyecto.
A Betina Rapoport, por estar siempre allí ayudándome a
poner “los pies sobre la tierra” y a replantear y
reconsiderar mis ideas y proyectos.
A María Mayer, porque fue la primera editora con la que
trabajé en este libro que me aportó un aliento y
estímulo increíbles al decirme que a ella le había
servido mucho leerlo.
A Fernando Gómez, por sus palabras tan alentadoras,
sobre todo viniendo de una persona con su experiencia.
A Diana Valori, por su pensamiento centrado y su
claridad. Fue la única que pudo terminar de armar el
rompecabezas y poner todas las piezas juntas.
A mi madre, por haberme dado la oportunidad de venir a
este mundo y por haberme apoyado siempre en todos mis
proyectos, decisiones y cambios radicales en mi vida.
A Mirta y Julio Lublinerman, por sus sutiles
recomendaciones de libros que me aportaron fabulosos
estallidos de crecimiento.
A Alejandro Katz, por su amor y dedicación a la familia,
lo cual hizo posible que yo esté donde estoy.
A Julia Jacobo, por su calidez, su amor y dedicación a
mis hijos, por toda su ayuda.
A Ellen Reid, que con su experiencia me ayudó en cada
etapa de este proceso.
A todos aquellos, quienes pasaron o pasarán en algún
momento por mi vida.
Gracias. Muchas Gracias.
PREFACIO
Crecí sabiendo que yo poseía un secreto muy grande.
Sabía cómo obtener lo que anhelaba pero tenía también la
“creencia” de que había que trabajar mucho para
conseguirlo, que todo venía con un precio y costaba muy
caro.
Luego tuve todo lo que una persona podía anhelar
material y emocionalmente: casa nueva, autos nuevos,
dinero suficiente para viajar y comprar todo lo que
quería, un marido que me adoraba, dos hijos sanos y
preciosos. Sin embargo, no era feliz; por el contrario,
era una persona muy enojada.
Un día, reconocí ese enojo e ira en mi hijo mayor,
Jonathan. Ver esto fue un golpe tan grande, que desperté
súbitamente y me dije: “Mabel, debes hacer algo al
respecto. No puedes seguir así. Esto tiene que
detenerse”.
En ese momento comencé mi búsqueda. Mi primer seminario
fue sobre el tema de los enojos y lo tomé con el Dr.
Hill, a quien le estoy inmensamente agradecida por todo
lo que aprendí con él. Luego practiqué yoga y
visualización con Anna, lo cual me permitió entrar en
contacto con el poder increíble que tenemos adentro para
crear y atraer aquello que queremos. Experimenté el
cambio más radical cuando mi amiga Mirta me prestó un
libro de metafísica. ¡Increíble! Ese libro sí que me
despertó. Hablaba mucho de Jesús (acuérdense que yo soy
judía) pero me sentía bien leyéndolo. Es más, no lo
quería soltar. Lo hubiese querido leer todo en un día.
Empecé a practicar las técnicas que la autora mencionaba
en el libro y constaté que funcionaban. Esto volvió a
confirmar que el poder para cambiar las cosas estaba
adentro mío y no dependía de nada ni nadie. Entonces
pensé: “Aquí hay un concepto grande, muy grande”, y mi
corazón empezó a latir de una forma diferente. Estaba
feliz como nunca lo había estado antes. Sentía una
felicidad interna que no se puede describir con
palabras; hay que vivirla, sentirla y experimentarla
para saber.
Luego de probar diferentes caminos, entre ellos el de
Renacer [Rebirthing], llegué al Ho’oponopono, un arte
hawaiano muy antiguo que nos enseña como resolver
nuestros problemas. Gracias a sus enseñanzas, descubrí
que LA VIDA PODÍA SER FÁCIL, mucho más fácil de lo que
me la había imaginado. Después de mucho buscar, por fin
encontré mi camino. Este camino que me permite estar en
paz en el medio de una tempestad; me permite sentirme
libre independientemente de lo que está ocurriendo a mi
alrededor o de lo que los demás están haciendo o
diciendo. Es por esto que decidí compartir con ustedes
lo que he aprendido hasta ahora a través de este pequeño
libro.
Por esta oportunidad, estoy infinitamente agradecida.
INTRODUCCIÓN
Una vez mi maestro Ihaleakalá me contó una historia
hawaiana de la creación que dice así: Cuando Dios creó
la Tierra y puso a Adán y Eva aquí, les dijo que esto
era el paraíso, y que ellos no debían preocuparse de
nada, que Él podría proveerles todo lo que ellos
necesitaran. También les dijo que les daría un regalo,
la oportunidad de elegir, de tomar sus propias
decisiones, que les daría libre albedrío. Entonces, creó
el árbol de las manzanas. Les dijo: “Esto se llama
‘pensar’. Ustedes no lo necesitan. Yo les puedo proveer
todo. No deben preocuparse, pero pueden elegir si
quedarse conmigo o tomar su propio camino”.
Me gustaría aclararles que el problema no fue comer la
manzana, el problema fue no hacerse responsables y
decir; “Lo siento”. Así fue como Adán tuvo que ir a
buscar su primer trabajo. Tal como Adán, siempre estamos
mordiendo la manzana. Siempre pensamos que sabemos más.
No nos damos cuenta que hay otra forma, que existe un
camino más fácil.
Eckhart Tolle, en su libro El Poder del Ahora, dice:
“Las identificaciones del ego más comunes tienen que ver
con las posesiones, el trabajo que uno hace, el nivel
social y el reconocimiento, el conocimiento y la
educación… Ninguna de ellas es usted. ¿Encuentra esto
aterrador? ¿O es un alivio saberlo? A todo esto tendrá
que renunciar tarde o temprano… Usted sabrá la verdad de
ello por usted mismo. Usted lo sabrá tarde o temprano
cuando sienta que la muerte se acerca. La muerte es
desnudarse de todo lo que no es usted. El secreto de la
vida es ‘morir antes de morir’ y descubrir que no hay
muerte”. Más adelante dice: “Lo bueno es que usted puede
liberarse de su mente”. Él se refiere a la voz que nos
habla incesantemente en nuestras cabezas: “La voz
comenta, especula, juzga, compara, se queja, acepta,
rechaza, y así sucesivamente. La voz no es
necesariamente relevante para la situación en la que
usted se encuentra en ese momento; puede estar revisando
el pasado reciente o lejano o ensayando o imaginando
posibles situaciones futuras”.
La vida es una repetición de recuerdos, que son como
chips, o casetes que tocan en nuestras cabezas las 24
horas del día. Estos nos manejan e influyen sin que
estemos conscientes de ello. No podemos evitarlo, pero
sí podemos elegir “detener” los casetes.
En este libro utilizo cierta terminología y conceptos
que deseo aclarar. Muchos de ellos se basan en el
Ho’oponopono, un arte muy antiguo hawaiano. En el último
capítulo detallo técnicas y herramientas específicas de
este arte.
El Ho’oponopono nos enseña cómo borrar los mencionados
casetes, cómo eliminar los chips que no nos sirven o que
ya no están funcionando en nuestra vida. Nos indica cómo
levantar la bruma. Solo cuando borramos y limpiamos es
que podemos descubrir quienes somos realmente y el poder
que tenemos. Al a borrar, limpiar y remover los antiguos
recuerdos, permitimos que estos sean transmutados y
empezamos a experimentar nuestro verdadero Ser.
El Ho’oponopono es un proceso de perdón, arrepentimiento
y transmutación. Cada vez que utilizamos cualquiera de
sus herramientas, estamos tomando el 100% de la
responsabilidad y pidiendo perdón (a nosotros mismos).
Aprendemos que todo lo que aparece en nuestras vidas es
sólo la proyección de nuestros “programas”. Podemos
elegir soltarlos y observarlos, o reaccionar y
engancharnos.
Todos tenemos incorporado un borrador, la tecla de
suprimir, pero nos olvidamos de cómo usarlo. El
Ho’oponopono nos ayuda a recordar el poder que tenemos
reelegir entre borrar (soltar) o reaccionar, ser feliz o
sufrir. Es sólo una cuestión de elección en cada momento
de nuestras vidas. Cuando en el libro menciono “limpiar”
o “borrar”, me estoy refiriendo al uso de las técnicas
de Ho’oponopono para borrar los recuerdos y pensamientos
que crean nuestros problemas.
Adicionalmente, en varias partes de este libro menciono
a los Niños Índigo. Estos son niños que han nacido en
diferentes partes del planeta que saben quiénes son y
tienen bien claro para qué vinieron y cuál es su misión.
Están conscientes de la existencia de otros como ellos y
se comunican telepáticamente entre sí. Tienen dones
psíquicos. Ellos nos hablan de lo que es el verdadero
Amor. Nos dicen que lo que nosotros somos es Amor.
Quisiera también aclararles que cuando menciono la
palabra Dios no lo estoy haciendo en absoluto en su
contexto religioso. Para mí, Dios es esa parte que
tenemos dentro que lo sabe todo. En realidad no se puede
definir, no tiene un nombre, es sólo una experiencia.
También notarán que uso la palabra Dios como sinónimo de
Amor. Me refiero al Amor Incondicional, aquel que puede
curarlo todo. Éste es el Amor que tiene todas las
respuestas.
Cuando menciono los dichos de Jesús, tampoco lo hago en
un contexto religioso. El propósito es recordarle al
lector que siempre hemos tenido maestros que trataron de
despertarnos y hacernos ver la verdad, Por ejemplo,
Jesús hablaba de poner la otra mejilla, pero ése es un
concepto que hasta el día de hoy nos cuesta entender.
Sin embargo, cuando borramos (soltamos) en vez de
reaccionar, estamos poniendo la otra mejilla, la mejilla
del Amor. El soltar en vez de reaccionar es mostrar la
otra mejilla.
Este breve resumen de algunos conceptos básicos que
utilizo y que intento transmitir tiene como fin dejar en
claro mis puntos de partida. Mi esperanza es que el
lector encuentre en este libro una fuente de técnicas,
herramientas y sabiduría que le permitan sentir, tomar
decisiones y vivir con la libertad, la paz interior y el
amor que es patrimonio de todos los seres humanos.
“YO” SOY EL “YO”
“YO” vengo del vacío a la luz.
“YO” soy el aliento que nutre la vida.
“YO” soy ese vacío, ese silencio más allá de la
conciencia.
El “YO”, lo PERFECTO, lo ABSOLUTO,
“YO” dibujo mi arco iris a través de las aguas, la
transformación de mente en materia.
“YO” soy la inhalación y exhalación,
la brisa transparente e invisible,
el átomo indefinible de la creación.
“YO” soy el “YO”.
1 - ¿QUIÉN SOY?
La única razón de nuestra existencia es la de descubrir
quiénes somos.
Dr. Ihaleakalá Hew Len
Un profesor visita a un maestro Zen y al llegar le dice;
“Hola, soy el Dr. Fulano. Soy esto. Soy aquello. Hago
tal y cual cosa, etc., etc. y me gustaría aprender
Budismo”. El maestro responde: “¿Desea usted sentarse?”.
“Sí”. “¿Desea tomar una taza de té?”. “Sí”. Entonces el
maestro vierte un poco de té en la taza y continúa
haciéndolo aún cuando la taza está llena y comienza a
derramarse. El Dr. Exclama: “¡La taza está rebosando! ¡Y
el té se está derramando!”. A lo que el maestro
responde: “Exactamente. Usted ha venido con su taza
llena. Se está rebosando, de modo que… ¿cómo puedo
entregarle algo? Usted ya está anegado con todo ese
conocimiento. A no ser que venga usted vacío y abierto,
no puedo entregarle nada…”.
La mayor parte de mi vida viví pensando que yo era
Mabel, argentina, judía, contadora, etc., etc. Me
definía por mis títulos, mis rótulos. Tenía la taza
llena de conocimientos que me alejaban de mí misma. Sólo
creía en aquello que podía tocar o ver. Para mí, todos
aquellos que hablaban de lo esotérico eran “locos” o
“bohemios” que no sabían lo que estaban diciendo y no
pertenecían a este mundo. Esta manera de pensar me trajo
mucho sufrimiento. Sin embargo, cuando descubrí que yo
era mucho más que mi cuerpo físico, se me abrió todo un
mundo nuevo lleno de infinitas posibilidades, un mundo
sin rejas. Cuando me di cuenta del poder que tenían mis
pensamientos, entendí el porqué y el cómo de la vida.
Muchos de nosotros vivimos con estas rejas. Las sentimos
pero no las vemos porque son invisibles. Estas rejas son
nuestras creencias, nuestros juicios y opiniones, y
sobre todo lo que nosotros pensamos de nosotros mismos.
En el preciso instante que decidimos tomar conciencia de
quiénes somos, dichas rejas se abren y nos damos cuenta
que somos libres y que siempre lo hemos sido. Así
logramos escapar de la prisión que nosotros mismos hemos
creado.
Nos han dicho que somos seres humanos y nos lo hemos
creído. Si pensamos que somos seres indefensos y sin
ningún poder, eso es lo que vamos a manifestar en la
vida. Somos los reyes de nuestro propio imperio y
podemos construir y manifestar todo lo que nos
propongamos en nuestras vidas. No depende de nadie más
que nosotros.
Todos somos hijos de Dios y hemos sido creados a su
semejanza. Somos creadores. ¿Cómo creamos? Con nuestros
pensamientos. Es así de sencillo.
En la introducción de este libro hablo de los Niños
Índigo. Muchos de los mensajes de estos niños llegan a
través de James Twyman, quien se comunica con ellos la
mayoría de las veces en forma telepática. Ellos nos
hablan de la necesidad de “hacer de cuenta” (darnos
cuenta) y nos dicen: “Hagamos de cuenta que somos seres
iluminados. Hagamos de cuenta que somos amados por Dios.
Hagamos de cuenta que somos perfectos tal como somos.
Respiremos profundamente y aspiremos a aquello que es
verdad. Sólo entonces todo tendrá sentido. Es necesario
saber que uno aspira a la realidad, la verdad. Construye
tu vida fundamentándola en esta verdad. Si aspiramos a
aquello que es verdadero, la verdad es automáticamente
atraída a nuestras vidas”.
¿Quién soy? Ésa es la única pregunta que debemos
hacernos en la vida. El descubrir nuestra verdadera
esencia e identidad es la razón de nuestra existencia y
debería ser nuestra única preocupación, nuestra única
meta. Es muy importante descubrir quiénes somos.
A través del Ho’oponopono, este arte hawaiano muy
antiguo que ahora practico y enseño, aprendí que nuestra
mente consta de tres partes: el superconsciente, el
consciente y el subconsciente. Esto me ayudó a entender
un poco más como funcionamos.
El superconsciente, es nuestra parte espiritual. Es
aquella parte que, no importa lo que esté pasando, es
siempre perfecta. Es la parte que sabe, y sobre todo,
tiene bien claro quién es en todo momento.
El consciente es la parte mental, lo que nosotros
llamamos el intelecto. Es un aspecto muy importante de
nosotros, porque es el que tiene la capacidad de elegir,
ya que disponemos de libre albedrío. En cada instante de
nuestra vida estamos eligiendo. ¿Qué elegimos? Elegimos
si vamos a reaccionar y engancharnos con el problema o
si preferimos soltarlo y dejar que lo resuelva la parte
nuestra que sabe lo que debe hacer. También elegimos si
vamos a aceptar que no sabemos nada (y que no
necesitamos saber) o si preferimos pensar que nuestro
conocimiento es mejor que el de Dios y que podemos
resolverlo todo solos y por nuestra cuenta. El
consciente es la parte que decide si optar por asumir el
100% de la responsabilidad y decir: “Lo siento,
perdóname por aquello que está en mí que ha creado
esto”, (Ho’oponopono) o señalar con el dedo y echarle la
culpa a otro. El intelecto no fue creado para saber. No
necesita saber nada. El intelecto es un regalo, el
regalo que tenemos de elegir.
El subconsciente es nuestra parte emocional. Es el niño
interior. Ésta es la parte que almacena todos los
recuerdos en la memoria. Esta importantísima parte de
nosotros es descuidada constantemente, y sin embargo, es
la responsable de aquello que manifestamos en nuestras
vidas. Ésta es la parte que maneja nuestro cuerpo, la
que respira automáticamente sin que tengamos que
“pensar” en respirar. Es nuestra parte intuitiva.
¿Alguna vez notaron que se sienten nerviosos y no saben
por qué? El subconsciente nos alerta (si prestamos
atención) cuando detecta que está por pasar algo malo.
Si estuviésemos más comunicados con él, podríamos evitar
muchos eventos desagradables. Esta parte es la mejor
socia que podemos tener. Es muy importante que nos
comuniquemos con ella. Debemos aprender a amarla y
cuidarla mucho. Una vez que decidimos continuar en este
camino de tomar responsabilidad y somos consistentes,
nuestro niño interior hará la limpieza (Ho’oponopono)
por nosotros en forma automática, sin que tengamos que
pensar. En las clases de Ho’oponopono, trabajamos mucho
con este niño interior. Aprendemos como comunicarnos con
él, como cuidarlo, y sobre todo, como trabajar con él
para “soltar”.
En el libro La Enseñanza de Buda dice: “Aunque un hombre
conquiste a miles de hombres en los campos de batalla,
sólo aquel que se conquiste a sí mismo ganará su
batalla”.
Una vez leí el siguiente cuento:
Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier
lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo,
un hermoso jardín, con unos manzanos, naranjos, perales,
bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol
profundamente triste. El pobre tenía un problema: ¡No
sabía quién era!
“Lo que le falta es concentración”, le decía el manzano.
“Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas
manzanas. Ve qué fácil es”.
“No lo escuches”, exigía el rosal. “Es más sencillo
tener rosas, y ¡ve que bellas son!”. Y el árbol
desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como
no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más
frustrado.
Un día llegó al jardín el búho, la más sabia de las
aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: “No
te preocupes. Tu problema no es tan grave. ¡Es el mismo
de muchísimos seres sobre la tierra! Yo te daré la
solución: “No dediques tu vida a ser lo que los demás
quieran que seas. Sé tu mismo. Conócete, y para
lograrlo, escucha tu voz interior”. Y dicho esto, el
búho desapareció.
¿Mi voz interior? ¿Ser yo mismo? ¿Conocerme?”. Se
preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto
comprendió. Cerrando los oídos, abrió el corazón, y por
fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: “Tú jamás
darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás
cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y
tu destino es crecer grande y majestuoso. ¡Estás aquí
para dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros,
belleza al paisaje! ¡Tienes una misión! ¡Cúmplela!”. Y
el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se
dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba
destinado. Así pronto llenó su espacio y fue admirado y
respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue
completamente feliz.
Yo me pregunto al ver a mi alrededor: “¿Cuántos serán
robles que no se permiten a sí mismos crecer? ¿Cuántos
son rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?
¿Cuántos naranjos hay que no saben florecer?”. En la
vida todos tenemos un destino que cumplir, un espacio
que llenar. No permitamos que nada ni nadie nos impida
conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro
ser.
2 - ¿QUÉ ES UN PROBLEMA?
Un problema sólo es un problema si decimos que lo es, y
el problema no es el problema sino cómo reaccionamos al
problema es el problema.
Dr. Ihaleakalá Hew len
Hay un dicho Zen que dice: “Tal vez no podamos hacer que
los pajaritos dejen de volar alrededor de nuestras
cabezas, pero sí podemos evitar que hagan sus nidos en
nuestro cabello”.
No se trata de negarlos o de no caer en la tentación de
prestarles atención. Se trata de descubrir quiénes
somos, y cuando lo hacemos, desarrollamos y sentimos una
libertad interna tal que estas cosas ya no pueden
distraernos.
Nuestro subconsciente tiene almacenados todos nuestros
recuerdos. Mientras los recuerdos están dormidos,
acomodados en el banco de nuestra memoria, no nos
ocasionan ningún inconveniente. Las personas que
aparecen en nuestras vidas, las visitas a ciertos
lugares o las situaciones de la vida hacen que esos
recuerdos despierten. De ese modo, las memorias se
convierten en pensamientos y se manifiestan. Por eso es
muy importante saber que en realidad las personas
aparecen en nuestra vida para darnos otra oportunidad.
¿Cuál es esa oportunidad? Es la de responsabilizarnos el
cien por ciento y decir: “Lo siento. Perdóname por
aquello que está en mí que ha creado esto”. (Ho’oponopono).
¿Han notado que cada vez que surge un problema uno está
siempre presente? Si el tema no estuviera adentro
nuestro, no seríamos capaces de percibirlo. Los
problemas son simplemente una repetición de nuestros
recuerdos. Son como información que está grabada en una
cinta de audio. Cuando se pone a funcionar esta cinta,
pensamos que es real. Los problemas se repiten porque,
cuando aparecen, reaccionamos y nos apegamos a ellos. No
dejamos de pensar en el asunto, y así quedamos atrapados
en él en vez de soltarlo.
¿Se han fijado que sólo pensamos obsesivamente cuando
aparece un problema? Una vez que se inicia este ciclo
vicioso, nos olvidamos que tenemos el poder de detener
la grabación.
En su libro El Poder del Ahora, Eckhart Tolle dice: “La
mente nunca puede encontrar la solución, ni puede
permitirse dejar que usted la encuentre, porque ella
misma es parte intrínseca del problema”.
Muchas veces la grabación está funcionando pero el
volumen está muy bajo, y por esta razón, ni siquiera
estamos conscientes de ella. Sin embargo, el
subconsciente siempre está tocando las grabaciones. Por
eso es tan esencial asumir el cien por ciento de la
responsabilidad. Sólo de ese modo entendemos que somos
simplemente nosotros y nuestras grabaciones, nuestros
pensamientos y nuestros programas. Tomemos el ejemplo de
una diapositiva proyectada en la pared o en una
pantalla. Sabemos perfectamente que, aunque vemos la
imagen proyectada en la pared o la pantalla, la misma no
está ahí sino adentro de la máquina. Lo mismo ocurre con
nuestros problemas. Cuando estos aparecen, son sólo una
proyección de lo que está pasando adentro nuestro y no
afuera. Sin embargo, nos pasamos la vida tratando de
cambiar la pantalla. Ahí no está el problema. Buscamos
la solución en el lugar equivocado.
Es importantísimo recordar que los problemas, las
situaciones y las personas no existen fuera de nosotros
tal como los percibimos sino que nuestra percepción es
simplemente un reflejo de nuestros pensamientos. Los
problemas tampoco son lo que pensamos que son. Nunca
sabemos qué es lo que está pasando realmente. Los
problemas son siempre “oportunidades”.
Debemos darnos cuenta que tenemos un efecto sobre el
evento o el problema, y que nosotros lo hemos creado.
Ésta es, en realidad, una buena noticia, ya que, como
nosotros lo creamos, nosotros podemos cambiarlo sin
depender de nada ni de nadie.
Hay una historia que cuenta que en una aldea había un
anciano muy pobre, pero hasta los reyes le envidiaban
porque poseía un hermoso caballo blanco.
Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el
caballo pero el hombre decía: “para mí él no es un
caballo; es una persona. ¿Y cómo se puede vender a una
persona, a un amigo?”. Era un hombre pobre, pero nunca
vendió a su caballo. Una mañana descubrió que el caballo
ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió
diciendo: “Viejo tonto. Sabíamos que algún día te
robarían el caballo. Hubiera sido mejor que lo
vendieras. ¡Qué desgracia!”.
“No vayamos tan lejos”, dijo el anciano. “Simplemente
digamos que el caballo no está en el establo. Éste es el
hecho. Todo lo demás es vuestro juicio. Si es una
desgracia o una suerte yo no lo sé, porque esto es
apenas un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a suceder
mañana?”.
La gente se rió de él. Siempre habían creído que el
anciano estaba un poco loco. Pero después de 15 días,
una noche el caballo regresó. No había sido robado sino
que se había escapado. Y no sólo eso, sino que trajo
consigo una docena de caballos salvajes. De nuevo se
reunió la gente diciendo: “Tenías razón, viejo. No fue
una desgracia sino una verdadera suerte”.
“De nuevo estáis yendo demasiado lejos”, dijo el
anciano. “Decid sólo que el caballo ha vuelto. ¿Quién
sabe si es una suerte o no? Es sólo un fragmento. Estáis
leyendo apenas una palabra de una oración. ¿Cómo podéis
juzgar el libro entero?”.
Esta vez la gente no pudo decir nada más, pero por
dentro sabían que él estaba equivocado. Habían llegado
doce caballos hermosos.
El viejo tenía un hijo que comenzó a entrenar a los
caballos. Una semana más tarde se cayó de un caballo y
se rompió las dos piernas. La gente volvió a reunirse y
a juzgar. “De nuevo tuviste razón”, dijeron. Era una
desgracia. Tu único hijo ha perdido el uso de sus
piernas y, a tu edad, él era tu único sostén. Ahora
estás más pobre que nunca”.
“Estáis obsesionados con juzgar”, dijo el anciano. “No
vayáis tan lejos. Sólo decid que mi hijo se ha roto las
dos piernas. Nadie sabe si es una desgracia o una
fortuna. La vida viene en fragmentos, y nunca se nos da
más que esto”.
Sucedió que, pocas semanas después, el país entró en
guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al
ejército. Sólo se salvó el hijo del anciano porque
estaba lisiado. El pueblo entero lloraba y se quejaba
porque era una guerra perdida de antemano y sabían que
la mayoría de los jóvenes no volverían.
“Tenías razón viejo. Era una fortuna. Aunque tullido, tu
hijo aún está contigo. Los nuestros se han ido para
siempre”.
“Seguís juzgando”, dijo el viejo. Nadie sabe. Sólo decid
que vuestros hijos han sido obligados a unirse al
ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Sólo Dios
sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda”…
En cuanto formamos una opinión o un juicio, nos
estancamos; nos esclavizamos.
El libro La Enseñanza de Buda dice: “Aquel que está
influenciado por sus gustos y disgustos no puede
entender el significado de las circunstancias y tiende a
desesperarse ante ellas. Aquél que está desapegado
entiende perfectamente las circunstancias y para él
todas las cosas son nuevas y significativas”. Más
adelante dice: “La felicidad sigue a la tristeza. La
tristeza sigue a la felicidad, pero cuando uno ya no
discrimina entre la felicidad y la tristeza, lo bueno y
lo malo, uno es capaz de liberarse”.
Nada es lo que realmente parece. El intelecto no puede
saber. Su conocimiento es limitado. Sin embargo, hay una
parte nuestra que sí sabe. La diferencia entre el
conocimiento intelectual y esa sabiduría innata que
tenemos es similar a la que existe entre subir a una
silla, mirar alrededor y pensar que lo estamos viendo
todo y subir a la cima de la montaña y ver el panorama
completo. Preferimos hablar con nuestros psicólogos o
con los vecinos en vez de hablar con Dios. Tenemos
acceso permanente a todo este saber, a toda esta
sabiduría que está adentro nuestro, pero preferimos
subirnos a la silla y dar opiniones, emitir juicios y
expresar nuestros puntos de vista porque es lo que
aprendimos a hacer. Estamos adictos a este modo de
actuar.
Sin embargo, siempre podemos elegir qué hacer y cómo
reaccionar cuando aparece una situación que consideramos
problemática. La siguiente historia ilustra bellamente
este concepto:
“Un día el asno de un campesino cayó al fondo de un
pozo. El animal se quejó lastimeramente durante horas
mientras el campesino trataba de encontrar la forma de
sacarlo. Finalmente, el campesino decidió que el animal
era viejo y de todas formas el pozo necesitaba ser
tapado. No valía la pena recuperar al asno. Entonces, el
campesino invitó a sus vecinos a que viniesen a
ayudarle. Todos agarraron una pala y empezaron a tirar
tierra adentro del pozo. Al comienzo, cuando el asno se
dio cuenta de lo que estaba sucediendo, gimió
horriblemente, pero después de un rato, para sorpresa de
todos, se calmó. Tras varias paladas de tierra, el
campesino finalmente decidió mirar adentro del pozo, y
lo que vio lo dejó azarado. Con cada palada de tierra
que caía sobre su espalda, el asno hacía algo asombroso.
Sacudía la espalda y la tierra caía y se amontonaba bajo
sus patas, y de ese modo con cada palada el asno daba un
paso arriba. A medida que los vecinos del campesino
continuaban echando tierra sobre el animal, él mismo se
sacudía y subía más arriba. Muy pronto, el asno llegó al
borde del pozo y salió trotando”.
La vida nos echa toda clase de tierra encima. La
solución para salir del pozo está en sacudirnos y dar un
paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es
como un escalón hacia la libertad. ¡Depende sólo de
nosotros si lo usamos como tal!
3 - LA FE
Nuestro verdadero poder es la felicidad, y ésta nos
llega sólo cuando nos rendimos a todo lo demás.
Dan Millman - El Guerrero Pacífico
La mayor parte de mi vida no creí en Dios. Para mí, Dios
no existía. Crecí pensando que yo era la que lograba
todo en mi vida y que todo lo que tenía se lo debía a mi
trabajo, dedicación y esfuerzo personal. Los judíos
somos muy tradicionalistas, y yo, como buena judía,
respetaba las tradiciones, pero no creía en Dios. Cuando
por fin desperté, descubrí adentro mío un mundo nuevo
que desconocía por completo. Poco tiempo después le dije
a mi hijo mayor: “Jonathan la vida puede ser fácil”. Él
me miró bien confundido y me dijo: “Eso no es lo que me
decías antes”, a lo que yo contesté: “Lo sé. Pero ahora
pienso diferente”.
En este momento no tengo ni la menor duda, pero esa
seguridad, que no se puede expresar con palabras, la
encontré en mi corazón. Todos podemos encontrarla porque
la llevamos adentro. Como buena contadora, miro los
resultados, observo y hago un recuento de mi vida desde
que empecé a crecer. Ni yo puedo creer lo que he
obtenido.
Algunos encuentran a Dios en el templo o la iglesia.
Otros como yo, no lo encontramos allí. Un día
despertamos, empezamos a buscar y nos damos cuenta que
ni siquiera es necesario levantarse de la cama para
encontrarlo. No importa la denominación, no importa cómo
lo llamemos, Él (Ella) está siempre con nosotros.
Dondequiera que vayamos, Él (Ella) nos acompaña.
No sabemos, ni tenemos la menor idea de cómo trabaja
Dios (Amor). Tampoco conocemos lo que puede hacer. No
podemos ni siquiera imaginarlo. Los llamados milagros
realmente existen y los podemos experimentar en cada
momento de la vida si dejamos de tratar de entender todo
con el razonamiento, abandonamos nuestros juicios y
opiniones y aprendemos a dejarnos llevar por la
corriente de la vida. ¡Es necesario tomar conciencia de
que nosotros mismos somos el mayor obstáculo en nuestras
vidas!
Decimos que confiamos pero no lo hacemos realmente.
Decimos que le entregamos nuestros problemas a Dios
(Amor) pero seguimos aferrados a ellos. Cuado no dejamos
de pensar en un tema, nos angustiamos y preocupamos, le
indicamos a Dios (Amor) que queremos solucionarlo todo
solos porque no confiamos en Él (Ella). De ese modo, no
recibimos respuesta a nuestras plegarias porque tenemos
“expectativas”. Creemos que somos dueños de la verdad, y
cuando pedimos algo a Dios, lo hacemos de una manera
casi imperativa. Explicitamos lo que deseamos, y cómo,
de qué color y a qué hora lo queremos.
Sin embargo, Dios sabe antes que le pidamos. Él (Ella)
está tan cerca que no necesitamos gritar. Basta con
pensarlo. Dios tiene para nosotros mucho más de lo que
imaginamos. Sólo está esperando que le demos permiso
para entregarlo. Si pedimos cosas específicas, como por
ejemplo: “Oh, Dios mío, por favor que me llegue el
dinero para poder viajar a Europa”, le ponemos límite a
nuestra solicitud. Dios nos otorga lo que es correcto en
cada momento. En el caso del ejemplo, tal vez lo
correcto no sea ir a Europa sino Sudamérica, pero al
estar tan encerrados en querer ir a Europa, el dinero no
viene porque lo que pedimos no es lo correcto.
Al cerrarnos de este modo, nos quedamos sin la
posibilidad de recibir lo que es correcto y perfecto en
un momento dado. A veces Dios dice que no, como lo hace
un buen padre cuando su hijo no puede medir o darse
cuenta del peligro o las consecuencias de lo que pide.
Por esa razón, el secreto está en pedir lo que es
correcto y perfecto, y nosotros no sabemos qué es. Luego
es necesario soltar y abandonar las expectativas. En el
momento preciso nos llegará lo más apropiado y perfecto.
Nunca sabemos de dónde va a llegar. Para recibir la
sorpresa, debemos dar permiso.
Dios (Amor) trabaja en forma misteriosa. Si lo
permitimos, creemos y confiamos de corazón, todo nos
llegará sin esfuerzo. Dios es el único que puede abrir
ciertas puertas y acercarnos a la gente que nos puede
ayudar o apoyar en nuestro camino. Él (Ella) nos coloca
en el lugar correcto en el momento perfecto sólo cuando
dejamos de hablar tanto y preguntarle al vecino en vez
de a Él (Ella) directamente. El solo pensar en Dios nos
eleva de nuestros problemas. El estar agradecidos por lo
que tenemos también cambia automáticamente nuestra
vibración. Siempre hay motivo para estar agradecido.
Los Niños Índigo dicen: “Si imaginan y creen que algo va
a pasar, pasa. Si lo imaginan pero no lo creen,
difícilmente pasa. Se trata de tener fe y no de
“esperar” o “desear” que algo pase”. Tener fe es estar
abierto a las posibilidades. Significa que estamos
dispuestos a dejar que la vida nos sorprenda, que nos
atrevemos a entrar en lo desconocido y a dejar de
tenerle miedo a lo que nos parece incierto. Quien tiene
fe tiene el corazón siempre abierto. Muchas veces nos
quedamos estancados y damos vueltas en el mismo lugar
por falta de fe y miedo a lo desconocido. Vale la pena
aprender de la semilla, que a pesar de no poder
imaginarse como orquídea, tiene la valentía de abrirse,
quebrarse y entregarse al proceso de lleno para brotar
de la superficie de la tierra y salir a la luz. Un
corazón lleno de dolor no puede imaginar lo que se
siente al ser amado o al estar en paz. Y así es con
todo. Muchas veces tenemos que romper con viejos
patrones, viejas formas de pensar y viejas creencias.
Esto implica tener que pasar por un túnel oscuro y a
veces tener que sentir dolor, pero es la única forma de
salir adelante y ver la luz.
Jesús dijo que debemos ser como niños para poder entrar
en el reino del cielo. El reino del cielo está aquí y es
ahora. Depende de nosotros el poder experimentarlo. Sólo
tenemos que dejar de pensar constantemente y dejar de
creer que poseemos la verdad absoluta y siempre tenemos
razón. Muchas veces, todos estos pensamientos,
información y educación nos alejan de lo que realmente
somos. La inocencia no es más que la sabiduría que Dios
nos regala.
Claro que se necesita ser valiente para tomar este
camino, pero el triunfo está cien por ciento asegurado.
Es necesario animarse a creer, probar, confiar y
entregarse. Cuando empezamos a confiar y tener fe, se
transforma algo en nuestro interior y se aclara el
pensamiento. Todo se ve diferente. Tratamos de explicar
con palabras esta transformación, pero no es posible. No
hay palabras para definirla. Simplemente sabemos que
hemos encontrado la sabiduría del corazón.
Ahora me gustaría hablar de la fe más importante, la fe
en uno mismo. No es imperativo creer en nada afuera
nuestro. No es necesario creer en Dios, Jesús, Buda ni
Moisés a menos que esto nos haga sentir bien. Lo que sí
necesitamos es creer en nosotros mismos y en el poder
que está adentro nuestro. Para acceder a él, debemos
renunciar a muchas creencias, opiniones y juicios sobre
nosotros mismos para querernos y aceptarnos tal cual
somos. Sé que esto no es algo fácil. Ni siquiera sabemos
conscientemente cuáles son las creencias que nos están
afectando, pero con el proceso que enseño en este libro,
no es necesario conocerlas, sino dar permiso para que se
vayan.
Cuando uno cree en sí mismo y se ama incondicionalmente,
se vuelve invencible. La gente percibe esta cualidad. No
es necesario hablar ni decir nada. Cuando uno confía en
sí mismo, cierta gente empieza a alejarse mientras que
otra se acerca trayendo las oportunidades que uno
anhela. El secreto está en aceptarse tal cual uno es y
dejar de creer que uno no es bueno, que no es lo
suficientemente inteligente, capaz o digno o que primero
necesita obtener el título universitario. Sólo nosotros
podemos cambiar lo que creemos de nosotros mismos.
Lo más importante es ponerse en primer lugar para dejar
de ser esa persona que los otros quieren que uno sea. Es
preciso despertar y entender que el poder está adentro
nuestro y no en la aprobación de los demás. Cuando uno
tiene fe en sí mismo, automáticamente empiezan a crecer
sus talentos interiores y se empieza a sentir feliz. La
fe tiene que ver con la capacidad de amar y disfrutar la
vida.
Nuestra vida transcurre en nuestra propia mente. La
guerra está en nuestra cabeza y sólo nosotros podemos
devolvernos la paz. Es preciso recordar que en cierto
sentido siempre tenemos razón. Si decimos que podemos,
podemos. Si decimos que no podemos, así es, no podemos.
Estamos aquí para vivir, disfrutar la vida y ser
felices. La fe en nosotros mismos nos da la libertad de
ser auténticos, y esto a su vez engendra la felicidad
que tanto anhelamos.
4 - EL DINERO
Lamentablemente, una vez que obtenemos las cosas
materiales nos damos cuenta que el vacío está todavía
allí, que no tiene fondo.
Eckhart Tolle
El Poder del Ahora
Cuando me separé de mi marido después de veinte años de
matrimonio, me fui con lo que llevaba puesto. Ni
siquiera me llevé a mis hijos. El padre quiso quedarse
con ellos. Yo tenía la certeza de que podía salir
adelante sola y me sentí agradecida y contenta de tener
la oportunidad de volver a empezar. Por otra parte, a
esa altura de mi vida había aprendido que la felicidad
no está en lo material y que no necesitaba tener
posesiones. Al contrario, cuanto menos tuviese, más
libre sería.
Una amiga sugirió que nos fuéramos a vivir juntas para
poder buscar un lugar más amplio y lindo. Me pareció una
buena idea, y así fue que encontramos una casa
bellísima. Nunca imaginé que llenaríamos los requisitos
necesarios para alquilarla, pero en ese momento, como
demostramos tener dos ingresos, fuimos aprobadas.
Dos días antes de firmar el contrato de alquiler, mi
amiga me llamó y dijo que había cambiado de idea y que
se iría a vivir a Arizona. De inmediato llamé a la
agente de la inmobiliaria para pedirle que pusiera el
contrato a mi nombre, diciéndole que yo sería la persona
responsable. Ella no tuvo problema en hacerlo porque ya
me conocía.
Al poco tiempo de firmar el contrato de un año y mudarme
a la casa, me empezó a llegar trabajo de todas partes y
pronto me di cuenta que podría pagar el alquiler sin
problema y no necesitaba compartir mi casa con otra
persona.
Ocho meses después de mudarme, el dueño de la casa me
llamó y dijo que deseaba vender la propiedad. Me explicó
que, como sabía que me gustaba tanto la casa, me daría
prioridad, pero que si no estaba interesada, en
septiembre tendría que marcharme.
Por supuesto que yo deseaba comprar la propiedad y
quedarme allí, pero ¿con qué? No tenía dinero para el
pago inicial, y como soy contadora, sabía muy bien que
no poseía los requisitos necesarios para conseguir un
préstamo. Mi intelecto me decía que empezara a empacar,
pero algo en mi interior decía que ésa no era la mejor
opción. En ese momento me dije: “Si Dios considera que
éste es el lugar para mí, Él me conseguirá el préstamo,
porque yo no sé cómo hacerlo”. Yo sabía que tenía que
hacerme a un lado y dar permiso. Lo mejor era
desapegarme, confiar y entregar el asunto al universo.
Dos personas que me habían dicho que podrían ayudarme
desistieron durante el proceso. El contrato de alquiler
se venció y no conseguí el préstamo, así que tuve que
llamar al propietario para decirle lo que estaba
pasando. Decidí que en vez de preocuparme por lo que le
diría y por cómo haría para convencerlo, me entregaría a
la situación con confianza y fe. Así fue que lo llamé,
le expliqué y sorprendentemente contestó: “Bueno, Mabel,
en realidad éste no es buen momento para poner la
propiedad en venta. Te voy a extender el contrato.
Escribe una prórroga, mándamela por fax y la firmaré”.
Finalmente, resultó ser que ni siquiera tuve que llamar
a la persona que me consiguió el préstamo. ¡George me
llamó a mí para ofrecer su ayuda, y antes de que se
venciera la prórroga me consiguió el préstamo! ¡Gracias
George!
Cuando dejamos de apegarnos al resultado y preocuparnos
por las situaciones, abandonamos la necesidad de opinar
y pasar juicio, tomamos conciencia de que no sabemos
nada y nos entregamos y aceptamos el proceso de la vida,
por fin ahí experimentamos el fluir de la vida donde
todo sucede y nos llega de manera más fácil. Dios nos ha
puesto en la tierra con todo lo que necesitamos. Si
miramos a nuestro alrededor notamos que todo lo creado
por Dios es infinito y abundante. Sólo las creaciones
humanas son escasas y limitadas. Los pájaros vuelan
despreocupadamente sabiendo que encontrarán lo que
necesitan para comer ahí nomás, cerca del lugar donde se
encuentran.
Manifestar aquello que deseamos requiere mucha FE y una
gran CONFIANZA. El universo sólo necesita que demos ese
primer paso. Si confiamos y damos nuestro permiso, todo
lo que necesitamos viene a nosotros. Lo importante es
saber en el corazón (y no en la cabeza) que Dios
proveerá y confiar cien por ciento. Cuando creemos que
no estamos recibiendo respuesta a nuestros pedidos o no
vemos los resultados, no es porque no somos oídos.
Muchas veces pensamos en Dios como si fuera nuestro
sirviente y le exigimos lo que queremos, explicitando
cómo lo queremos, de qué forma, qué color y a qué hora.
No es así como funciona el universo. Es necesario pedir
sin tener expectativas, solicitar aquello que pensamos
es correcto para nosotros y desapegarse. Dios nos da lo
que es correcto y perfecto en cada momento. El secreto
es CONFIAR y soltar, dejarnos llevar por la corriente de
la vida y estar abiertos a recibir del lugar y la
persona que menos esperamos.
Nunca dudes de que Dios (Amor) proveerá lo que
necesitamos en el momento perfecto. Siempre lo hace.
Nuestro problema es que tenemos expectativas, queremos
las cosas por anticipado y somos muy impacientes e
inflexibles. No nos damos cuenta que todo lo que
necesitamos viene de una Fuente única que sabe
perfectamente qué es lo que necesitamos, cuándo y cómo.
Pensamos que nosotros somos los que creamos las
oportunidades a través del trabajo, nuestros esposos o
nuestras inversiones, pero estos son diferentes caminos
y vías por las cuales se manifiestan. Cuando una puerta
se cierra es porque otra se abrirá automáticamente.
Lo peor que podemos hacer cuando aparece un problema es
preocuparnos. Al hacer esto, nos estancamos, quedamos
atrapados y acabamos atrayendo más de aquello que
justamente no deseamos. Somos como imanes: dime lo que
piensas y te diré quién eres. Es de vital importancia
vivir en el AHORA. Nos pasamos la existencia viviendo en
el pasado con nuestros recuerdos y experiencias o en el
futuro con nuestras preocupaciones. El dinero, al igual
que todo lo demás, llega cuando lo necesitamos, no antes
ni después. Sólo es necesario abrir nuestro corazón y
CONFIAR.
Alguien alguna vez me contó la siguiente historia: una
mujer salió de su casa y vio a tres ancianos de barbas
largas sentados frente a su jardín. Como no los conocía,
les dijo: “No creo conocerlos, pero tal vez tengan
hambre. Por favor entren a mi casa y coman algo”. Ellos
preguntaron: “¿Está el hombre de la casa?”. “No”,
respondió ella, “no está”. “Entonces no podemos entrar”,
dijeron ellos. Al atardecer, cuando llegó el marido, la
mujer le contó lo sucedido y él dijo, “¡Diles que he
llegado e invítalos a pasar!”. La mujer salió a invitar
a los hombres a entrar en su casa. “No podemos pasar los
tres juntos”, explicaron los ancianos. “¿Por qué?” quiso
saber ella. En ese momento, uno de los hombres señaló
hacia los otros dos y dijo: “Él se llama Riqueza y él
Éxito. Mi nombre es Amor. Entra y decide con tu marido a
cuál de nosotros tres desean invitar”. La mujer entró a
su casa y le repitió la historia a su marido. El hombre
se puso feliz. “¡Qué bueno! Ya que así es el asunto,
invitemos a Riqueza. Dejemos que entre y llene nuestro
hogar de abundancia. La esposa no estuvo de acuerdo.
“Querido ¿por qué no invitamos a Éxito?”. La hija del
matrimonio, que estaba escuchando la conversación desde
la otra punta de la casa, vino corriendo con una idea:
“¿No sería mejor invitar a Amor? Entonces nuestro hogar
estaría lleno de amor”. “Hagámosle caso a nuestra hija”,
dijo el esposo a su mujer. “Ve e invita a Amor a que sea
nuestro huésped”. La esposa salió y les preguntó a los
ancianos: “¿Cuál de ustedes es Amor? Deseamos que él sea
nuestro invitado”. Amor se puso de pie y comenzó a
caminar hacia la casa. Los otros dos ancianos se
levantaron y lo siguieron. Sorprendida, la mujer les
preguntó: “Sólo invité a Amor. ¿Por qué vienen ustedes
también?”. Los ancianos respondieron al unísono: “Si
hubieras invitado a Riqueza o Éxito, los otros dos
hubiesen permanecido afuera. Pero invitaste a Amor, y
donde sea que vaya Amor, nosotros vamos con él”. Donde
hay amor, hay riqueza y éxito.
El dinero no es malo, al contrario. Lo malo es darle
prioridad. Cuando hacemos las cosas por dinero, todo
parece difícil, viene y se va rápido y se nos escapa de
las manos. Debemos encontrar aquello que amamos hacer,
algo que nos da felicidad y satisfacción y que
estaríamos dispuestos a hacer aunque no nos pagaran.
Todos nacemos con ciertos talentos y dones naturales
únicos. Hay algo que podemos hacer mejor que ninguna
otra persona. Es algo que tenemos adentro nuestro y que
no necesariamente precisa de un título universitario.
La abundancia y la prosperidad tienen que ver con
nuestra conciencia. Cuando sabemos quiénes somos,
sabemos que ya tenemos todo lo que necesitamos. En ese
momento, ya somos ricos. Al abrir nuestro corazón y
confiar, damos permiso para que todo se manifieste en
nuestras vidas.
5 - LOS MIEDOS
Conoced la verdad y ella os liberará.
Jesús
En este camino de búsqueda espiritual que decidí
recorrer, tuve que enfrentar muchos de mis miedos. Sentí
miedo al dejar mi matrimonio de más de veinte años, al
dejar a mis hijos, al volver a empezar mi carrera, al
firmar un contrato de alquiler donde yo asumía toda la
responsabilidad sin tener ningún respaldo económico. Sin
embargo, la fe y la confianza en mí misma me permitieron
actuar a pesar de mi miedo. Una voz interior me dijo que
yo podía hacerlo. Pero dicha seguridad no vino sola; la
fui obteniendo a medida que fui trabajando en mi propia
persona –leyendo libros, tomando seminarios, animándome
a enfrentar y aceptar las cosas que debía cambiar.
Aprendí mucho de las experiencias que me brindaron las
clases de “Renacimiento” (Rebirthing) y el Temascal (Swat
Lodge).
Dentro del Temascal está totalmente oscuro y hace
muchísimo calor. El calor es tan intenso que duele el
pecho al respirar y uno siente que se va a morir. El
indio americano que lideraba la experiencia nos explicó
que en el Temascal uno no tiene más opción que la de
entregarse y verse a sí mismo. Recuerdo que tuve dos
pensamientos muy importantes estando ahí: “Si Dios me
permite hacer esto es porque debe ser seguro”, e
inmediatamente me dije: “Mabel, si eres capaz de superar
esta experiencia, eres capaz de todo”. Creo que dejé
muchos de mis miedos en ese Temascal.
Cuando descubrimos quiénes somos y el poder que tenemos,
entendemos que no hay nada que temer. Siempre estamos
cuidados. Siempre estamos protegidos.
Todos los seres humanos padecemos los miedos, podríamos
decir que es como una enfermedad.
Somos adictos al miedo, al sufrimiento. Preferimos
sufrir porque nos es familiar. Sabemos cómo se siente. A
pesar de sufrir, nos sentimos cómodos. El temor es lo
conocido, lo de todos los días.
Cuando nos animamos a enfrentar y atravesar nuestros
miedos, llegamos al otro lado del túnel, vemos la luz,
reconocemos lo que es verdad y, no sólo nos sentimos
triunfadores y muy bien con nosotros mismos, sino que
miramos hacia atrás y vemos que nada es tan terrible
como nos habíamos imaginado.
Una vez tomé una clase de negocios donde cierta persona
nos contó la historia de cómo se había convertido en
agente vendedor de casas. Era muy joven, y el primer día
de trabajo su jefe le preguntó: “¿Quieres vender
casas?”. Él por supuesto contestó enseguida que sí. El
jefe lo llevó a un barrio y le dijo: “Aquí es donde te
voy a dejar. Te recogeré en cuatro horas. Ve y golpea
puerta por puerta y pregunta a la gente si quiere vender
su casa”. Le dejó un papel con cien casilleros y le dijo
que, cada vez que alguien le dijera que no, pusiera una
cruz en uno de los casilleros. “Ve a buscar tus primeros
cien NO”. El joven no lo podía creer; pero ni modo, no
había cómo huir de la situación. Resultó ser que muchos
le dijeron que NO, pero para su sorpresa, muchos le
dijeron que SÍ, que justamente lo estaban pensado y les
interesaba obtener más información. En ese momento el
joven se dio cuenta que con cada persona que le decía
NO, se acercaba más a la posibilidad del SÍ.
Todos sentimos un gran temor al NO, un enorme temor al
rechazo. Sin embargo, si no nos arriesgamos a recibir un
NO, nunca recibiremos los SÍ. ¿Qué pasa si la gente nos
dice NO? Si lo pensamos bien, no es tan grave. La
capacidad de superar este miedo es lo que diferencia a
la gente que obtiene mucho en la vida de la que no
obtiene casi nada; a la que tiene éxito y se supera, de
la que queda estancada.
Evidentemente el temor tiene que ver con nuestras
propias inseguridades. No sabemos quiénes somos, ni
conocemos el poder que tenemos a atraer aquello que es
perfecto y correcto para nosotros. Cuando confiamos y
creemos en nosotros mismos, sabemos reconocer que cada
momento es perfecto. Si alguien nos dice que NO, no sólo
no es grave sino que tal vez sea porque lo que
buscábamos no era perfecto y correcto para nosotros en
ese momento. Quien posee fe sabe que en estas ocasiones
muchas veces viene en camino algo mejor y más grande, y
lo espera con certeza y confianza. En cambio, quien está
perdido y confundido y no conoce su verdadera identidad
siente un profundo miedo que lo paraliza.
Todos sentimos miedo, desde el que barre las calles
hasta el presidente de una nación. Los miedos no tienen
jerarquía. La diferencia es que alguna gente se atreve a
sentirlos y a seguir delante de cualquier forma.
Es necesario ser valiente para realizar estos cambios.
Pero si no lo hacemos, nadie lo hará por nosotros. Ni
Jesús ni Buda volverán para rescatarnos. Lo que
necesitamos para transformarnos está adentro nuestro. La
transformación es interior. No hay otra forma de
hacerlo. No existe un atajo en esta búsqueda. Cada uno
de nosotros elige su camino. Cuanto más valientes somos,
más lejos llegamos y más posibilidades se presentan a
nuestro paso. La buena noticia es que los miedos existen
sólo en nuestra mente. Son creados por nosotros mismos.
Sólo nosotros podemos cambiarlos. Las creencias y los
recuerdos pueden ser borrados. No los necesitamos para
sobre vivir. De este proceso depende nuestra libertad.
Al abandonar la prisión que hemos creado en nuestras
mentes, le abrimos la puerta a nuestra alma y
recuperamos la libertad.
Los miedos y el sufrimiento, así como la valentía, son
opcionales, dependen simplemente de lo que elegimos en
cada momento. Muchas veces es necesario detenerse en
medio del camino y realizar cambios drásticos. De cierta
forma, debemos morir primero para poder empezar a vivir.
Hablo de la muerte de esa parte nuestra que no es real,
de eso que nos creíamos que éramos, de la imagen que le
vendimos a los demás y, peor aún, que nos vendimos a
nosotros mismos.
El temor es como confiar en lo malo, saber que aquello
malo que imaginamos va a suceder. El temor también mueve
montañas.
Una vez leí que el éxito en la vida no se mide por lo
que hemos logrado, sino por los obstáculos que hemos
tenido que enfrentar.
Muchas veces la felicidad está a la vuelta de la
esquina, esa esquina que nunca nos atrevemos a doblar.
6 - EL AMOR
El amor es la espada del guerrero: dondequiera que corta, da
vida, no muerte.
Dan Millman
El Guerrero Pacífico
Cuando alguien le pidió a una de las Niñas Índigo que
hablara sobre el amor, ella se rió como si le estuvieran
haciendo una pregunta extraña y respondió: “No puedo hablar
del amor; si pudiera, entonces no sería real, porque el amor
no tiene nada que ver con las palabras”. “Y entonces”,
insistió la persona, “¿qué es el amor verdadero?”. Ella
volvió a reírse y dijo: “Lo has vuelto a hacer. ¿Ves qué
difícil es?”.
No importa cuánto tratamos de no racionalizar, es casi
imposible. Siempre estamos tratando de entenderlo todo con
nuestra mente y luego queremos que ese entendimiento salga
de nuestras bocas. Pero la mente no puede entender el amor
porque este último no tiene nada que ver con el
“pensamiento”.
Dan Millman, en su libro El Guerrero Pacífico dice: “El amor
no se puede entender, hay que sentirlo. La vida no es
imaginarnos perfección y triunfo, es sólo amor. Siempre
tratamos de transformarlo todo en un concepto mental.
¡Olvídate y siente!
Una vez les dije a mis hijos Jonathan y Lyonel que los
querría pase lo que pase, que mi amor no dependía de lo que
ellos hicieran o dejaran de hacer, ni de su comportamiento,
y que tampoco dependía de si obtenían o no un título
universitario. Los dos abrieron los ojos bien grandes y me
miraron como si les estuviera diciendo la cosa más rara que
habían escuchado en sus vidas.
Estamos muy mal acostumbrados y transmitimos nuestras
costumbres a nuestros hijos. Así aprendimos a vivir. No
conocemos una manera mejor. Desde la infancia, nos enseñan
que debemos hacer cosas o comportarnos de cierta forma para
obtener el amor y la aceptación de los demás. Pero
lamentablemente en ese proceso no aprendemos a amarnos ni
aceptarnos. Y paradójicamente, la gente nos trata de la
forma en que nos tratamos a nosotros mismos. De este modo,
el deseo de amor y aceptación se ve frustrado por nuestra
propia incapacidad de amarnos a nosotros mismos.
Sin amor propio, no podemos amar a nadie más. El no aceptar
esta verdad es engañarse y engañar a los demás. Lo esencial
es aprender a amarse y aceptarse tal cual uno es. No sirve
hacer las cosas por los demás. Si algo no funciona para
nosotros, no funcionará para los otros. Especialmente las
madres tendemos a creer que tenemos que sacrificar lo que es
importante para nosotras y relegarnos por nuestros hijos.
Sin embargo, el mejor regalo que les podemos brindar a
nuestros hijos es el amarnos a nosotras mismas. Así pueden
ellos observar, y a través de nuestro ejemplo, aprender a
amarse a sí mismos sin necesidad de buscar el amor en los
lugares equivocados. Cuando estamos en el lugar correcto,
permitimos que los demás también lo estén. Cuanto más nos
esmeramos por obtener amor haciendo cosas y comportándonos
de cierto modo por los demás, más nos alejamos de la
posibilidad de experimentar aquello mismo que tanto
anhelamos. Debemos aprender a ser felices y disfrutar de
cada instante de nuestra vida sin darle importancia a lo que
los otros piensan de nosotros. Lo más importante es lo que
nosotros pensamos de nosotros mismos. El amor hacia nuestro
propio ser es la herramienta de transformación más poderosa.
El amor empieza por nosotros. Es inútil buscarlo afuera. No
existe. Nos pasamos la mayoría del tiempo buscando amor en
el lugar equivocado, siempre mendigándolo de los demás sin
saber por qué.
Éste es otro grave error que solemos cometer. Pensamos que
para ser felices necesitamos tener una pareja. Creemos que
el otro nos va a dar esa felicidad que tanto anhelamos. Pero
incluso cuando conseguimos que otro nos ame, no nos sentimos
felices. Sentimos que no estamos completos y buscamos en el
otro aquello que creemos que nos falta. Ésta es una pérdida
de tiempo. El amor debe buscarse adentro de uno. Después de
encontrarlo, de sentirse bien con uno mismo, de aceptarse y
amarse, uno descubre que en realidad no “necesita” a nadie.
Entonces busca a alguien porque “desea” y “elige” estar en
pareja. En este contexto uno actúa libremente por elección y
no por necesidad.
La falta de seguridad en nosotros mismos nos impide amar
verdaderamente. Decimos que amamos pero lo hacemos de una
manera posesiva. Las madres por ejemplo, no permitimos a
nuestros hijos que sean ellos mismos y los mantenemos
esclavos de nuestras opiniones y puntos de vista. Muchas
veces creamos relaciones amorosas donde sufrimos tremendos
celos. Esto no es Amor, pero no podemos evitarlo, son las
viejas cintas grabadas tocando de nuevo en nuestras cabezas.
No podemos ver a la gente tal cual es. La vemos a través de
nuestros pensamientos y recuerdos.
En el arte hawaiano del Ho’oponopono se utilizan dos
herramientas muy importantes: “te amo” y “gracias”. Cuando
las usamos en voz alta y se las decimos a alguien, son
tremendamente poderosas y valiosas. Cuando alguien nos hace
algo que consideramos injusto, cuando una persona nos dice
algo que nos molesta, en vez de contestar, en vez de darle
nuestro punto de vista y tratar de convencerla de que
tenemos razón, podemos repetir en nuestra mente las veces
que sea necesario: “Te amo. Te amo. Te amo”, o “Gracias.
Gracias. Gracias”.
Estas herramientas suelen provocar resultados sorprendentes.
A veces la persona se disculpa cuando menos lo esperábamos,
otras veces, puede que siga en lo mismo, pero uno ya no lo
nota ni se siente afectado. Con cierta gente, las
dificultades son más pasajeras que con otras. Con algunas
personas tenemos más recuerdos. No debemos olvidar que todo
cambia según nuestra percepción de los eventos, las personas
y las situaciones. Lo mismo pasa con los demás. Todo depende
de su percepción, su punto de vista, sus memorias. La vida
es como una película que vimos ya muchas veces y sigue
repitiéndose una y otra vez porque seguimos reaccionando
constantemente.
Nuestra reacción a los problemas es una repetición de
recuerdos. Las dificultades suelen ser obstáculos que ya
hemos encontrado antes pero que jamás hemos resuelto. Por
esta razón, la situación regresa para darnos la oportunidad
de reaccionar de forma diferente. La gente suele aparecer en
nuestras vidas para movilizarnos y mostrarnos las partes de
nosotros mismos que necesitamos cambiar. Las relaciones son
simplemente espejos en los que nos vemos reflejados.
Tenemos la posibilidad de elegir no reaccionar. Podemos
poner la otra mejilla. La mejilla del amor. Sabiendo esto,
podemos tomar mayor conciencia y elegir hacernos
responsables. Por ejemplo, si uno tiene problemas con sus
hijos, lo mejor es hablarles cuando están dormidos. Lo único
necesario es decirles que los amamos y que les agradecemos
que estén en nuestra vida. No es propicio darles nuestros
puntos de vista, a menos que ellos los pidan. Tampoco es
productivo tratar de convencerlos de que uno tiene razón y
ellos no. Es muy difícil saber lo que es bueno para
nosotros. ¿Cómo podemos saber lo que es bueno para los
demás?
El agradecimiento es también una herramienta muy poderosa.
Cuando uno se siente deprimido o angustiado, lo mejor es
pensar en todas las cosas buenas que tiene en su vida.
Practicando esto, muy pronto nos cambia la energía. Nos
elevamos, estamos más allá de los problemas. A veces no nos
damos cuenta de todo lo que tenemos porque nos concentramos
en aquello que “creemos” nos falta. En realidad ya lo
tenemos todo, incluyendo el amor. Sólo debemos dar nuestro
permiso para recibirlo y poder así experimentarlo.
No podemos esperar que los demás nos hagan felices. Sólo
podemos encontrar verdadero Amor adentro nuestro. El secreto
de la felicidad no está en buscar afuera ni en buscar más,
sino en desarrollar nuestra capacidad de amar y disfrutar.
7 - EL CAMINO MÁS CORTO Y MÁS FÁCIL
Dios sólo pide que cuidemos muy bien de nosotros mismos y
que digamos “lo siento”.
Dr. Ihaleakalá Hew Len
Cuando desperté y empecé mi búsqueda, probé diferentes
formas y caminos para llegar a la verdad, pero cuanto más
probaba, más sentía que algo adentro mío decía que tenía que
haber una forma más rápida y más fácil. Cuando por fin
llegué al Ho’oponopono, no me di cuenta enseguida de que la
había encontrado. Pero pasó el tiempo, y un día tomando una
clase con mi maestro Ihaleakalá, sentí en el alma la
inconfundible certeza de que esto era lo que había estado
buscando. Ya no necesitaba nada más. Gracias a Dios, mi
búsqueda había concluido. Primero y principal, descubrí que
no necesito ni dependo de ningún gurú. Puedo realizar el
proceso sola, pues me comunico directamente con la
divinidad, sin intermediarios. Lo único necesario es limpiar
y borrar (perdonar). El resto se deja en manos de Dios.
Mientras me ocupe de borrar y limpiar (perdonar) no tendré
por qué preocuparme. Dios se encarga de colocarme en el
lugar correcto a la hora perfecta. Mientras yo esté
borrando, habrá alguien que me estará cuidando. Yo no
necesito hacerlo.
En este capítulo final, deseo resumir los puntos principales
del Ho’oponopono, la sabia doctrina ancestral que me ha
otorgado las herramientas que han cambiado mi vida. Estos
conceptos son muy simples. Lo único que la divinidad nos
pide es que asumamos plena responsabilidad, pidamos perdón y
cuidemos muy bien de nosotros mismos. ¡Eso es todo!
El asumir el 100% de nuestra responsabilidad es el camino
más corto. Cuando nos damos cuenta que sólo son “nuestros
programas” los que no nos permiten ver las cosas con
claridad, dejamos de culpar los factores externos y
decidimos tomar responsabilidad, las puertas del paraíso se
abren para nosotros y alcanzamos un estado de infinitas
posibilidades. En cambio, cuando estamos enojados con
alguien o por algo, perdemos nuestra libertad. Nuestros
propios sentimientos de odio nos condenan y atan. Somos
esclavos de ellos. De este modo sólo nos dañamos a nosotros
mismos. Podemos liberarnos a través del perdón. El perdonar
forma parte del camino más corto y más fácil. Pero no es
necesario hablar con nadie para informarle que lo hemos
perdonado. Éste es un trabajo interno. Es un proceso que se
da entre nosotros y Dios cuando decimos: “Divino creador,
perdóname por aquello que está en mí que ha creado esto”.
En mi caso, por ejemplo: no es que ya no me enoje; no es que
ya no reaccione o no tenga problemas. La enorme diferencia
es que ahora mi enojo dura unos pocos minutos hasta que
regreso a mi centro, me acuerdo y tomo conciencia. Entonces
me digo a mí misma: “Esto lo estoy creando yo, son mis
pensamientos del otro. Es producto de mis programas, mis
grabaciones, mi percepción. Yo puedo borrarlo”. Este simple
proceso me da una tranquilidad que no puede describirse con
palabras. ¿Por qué? Porque no quedo atrapada en pensamientos
tales como: “¿Cómo es que me dijo esto? ¿Cómo me hizo eso?”.
No
|
|
|